
Este domingo estoy en casa, cuidando de los niños. Me maravilla que una cosa tan pequeña como un virus pueda causar tanto cáos y malestar en un cuerpo. Me maravilla aún más el diseño creado en nuestro cuerpo para defenderse contra estas invasiones microscópicas.
Y aunque veo en todo esto una ilustración interesante del por qué hay que defender a la Iglesia de teologías invasoras (por más inofensivas que parezcan), mi pensamiento de hoy es otro.
Hoy me conecto a la iglesia por internet, porque no puedo asistir en persona. Por ende, mi copa es jugo de pasas en una taza de cerámica, y mi pan es una galleta salada. Me siento conectada a la iglesia porque estoy conectada digitalmente, pero más que eso, me siento conectada a la Iglesia (mundial) cada vez que comparto esta copa y este pan.
Sea aquí en casa o presencialmente en la iglesia, siempre me gusta asegurarme de romper cualquier galleta o pan que me den. Lo he hecho por años.
Es un gesto muy pequeño, pero para mi es significante.
¿Por qué? Porque en ese momento, he decidido partir pan con mi Señor, de la misma manera en la cual Él partía el pan con sus discípulos.
Partir el pan me recuerda que su cuerpo fue inmolado por mi, sufrió golpes y abusos, y fue crucificado. Este pan destrozado simboliza el cuerpo del Salvador. «Este es mi cuerpo, que por vosotros es partido. Haced esto en memoria de mi.»
Partir el pan me recuerda que en Jesús hay esperanza y paz. Así como cuando los discípulos en camino a Emaús entendieron quién los acompañaba en el momento en que Jesús partió el pan con ellos. Así mismo, recuerdo Quién me acompaña cada día por el camino.
Partir el pan me recuerda que somos un cuerpo compuesto de muchas personas, y que no tomo la cena sola, sino en conjunto con el cuerpo de creyentes. En el sentido más real . . . com-PARTIR el pan y la copa con mis hermanos y hermanas.
Partir el pan me recuerda que he sido invitada la Mesa Divina, donde estoy en compañía de todos los santos a través de toda la historia humana. Somos pecadores santificados y salvados, y estamos todos ahí por gracia e invitación de Él.
Partir el pan. Un gesto personal, pequeño, y significativo.
Así que seguiré con esta pequeña tradición. En una cultura que cada vez se vuelve más individualista, eligo buscar maneras de recordar la conexión entre nosotros.
