El anciano: calificaciones intelectuales

calficacion-de-ensenanzaUn artículo escrito por J.W. MacGarvey.

Mientras que los rasgos de carácter morales y religiosos que requiere el oficio de Anciano son numerosos, y algunos de ellos los demanda el apóstol con gran énfasis, solo una calificación de carácter intelectual se menciona, y esta se expresa en términos generales.  Este hecho significativo nos amonesta a no ajustar incorrectamente el balance divino, dándole más importancia a aquello que la Escritura le da menor importancia.

Esta única calificación intelectual se representa en la epístola a Timoteo por la expresión “apto a enseñar”.  El griego para esta expresión es didaktikos, lo cual yo prefiero traducir “capaz de enseñar”.  El Anciano, pues, debe ser capaz de enseñar; pero esta expresión representa una cantidad variable.  Uno podría ser capaz de enseñar a algunas personas y ser completamente incapaz de enseñar a otros.  Llega a ser una cuestión de necesidad, entonces, que antes de formar un juicio sobre si un hombre posee esta calificación en el grado necesario, que debamos saber a quién ha de enseñar.  Una persona capaz de enseñar a niños puede ser incapaz de enseñar a adultos, de la misma manera que uno que es capaz de enseñar en un colegio puede que sea incapaz de enseñar en una universidad.  Así que un Anciano puede ser capaz de enseñar a una congregación en una comunidad, y no a otra cercana.  ¿Cuál es el estándar, entonces, por el cual cada candidato individual para la Ancianía debe ser juzgado en este respecto?  Sin duda se encuentra en los logros de la congregación que debe enseñar.  Él será su maestro, y solo de ellos; por consecuente, si es capaz de enseñarles, tiene la capacidad requeridas por las Escrituras.  Por esto parece que Ancianos apropiadamente calificados pueden poseer la capacidad de enseñanza en tan gran variedad de grados como lo que caracteriza los logros intelectuales y religiosos de las varias congregaciones.  Además, debe ser evidente que cada congregación individual es el mejor juez de la capacidad de un Anciano para ser su maestro.  Siempre que reciban enseñanzas del Anciano, y esté satisfechos con él, está calificado según las Escrituras de enseñar a la congregación.  Sin embargo, puede que caiga por debajo de otro Anciano en alguna otra congregación.

Pero esta capacidad de enseñar tiene una dirección especial otorgada en la epístola de Tito.  Ahí dice que el Anciano debe ser “retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen”.  Aquí, tanto la fuente de su información como uno de los objetos específicos de su enseñanza son mencionadas.  El objetivo específico es de exhortar y condenar al que contradice—exhortarle hasta que falle la exhortación, y luego condenarlo ante la congregación como personas corruptas que se oponen a la verdad.  Por supuesto, este es solo uno de los objetivos de la enseñanza, y se mencionan en este lugar porque las congregaciones nuevas en Creta estaban, en ese tiempo, infestadas con “habladores de vanidades y engañadores”.  La fuente de información que debía usar los Ancianos para silenciar a estos hombres no era filosofía, en lo cual estos primeros se jactaban, sino la fiel palabra que ya se había enseñado.  Se les requiere a los Ancianos retener esta “palabra fiel” y, por consecuencia, condenar todo lo que esta no autoriza.  Un “así dice el Señor” debía ser el referente de cada doctrina y cada práctica que podría introducir un judío o un gentil, y por lo tanto, con “sana enseñanza”, lo Ancianos debían detener las bocas de cualquiera en su congregación que estuviera enseñando lo que no debía enseñar.

Es una pregunta antigua, tan antigua, por lo menos, como el presbiterianismo, la pregunta de si la capacidad de enseñar debe caracterizar a cada candidato elegible para la Ancianía.  La teoría presbiteriana requiere un Anciano maestro y una pluralidad de Ancianos que gobiernan en cada congregación, y afirman que encuentran la autoridad para esta distinción en las palabras bien conocidas de Pablo: “Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar”.  Tras todo lo que ha sido dicho y escrito sobre este pasaje, pensamos que honestidad seguramente requiere la admisión que hay algunos Ancianos que no trabajaban en palabra y enseñanza.  Cada intento que hemos visto de poner de lado esta inferencia obvia de las palabras es un mero subterfugio como aquellos tan frecuentemente adoptados para oscurecer las declaraciones sencillas de las Escrituras en referencia al bautismo.  Lidiemos justamente con nuestras mentes, y las Escrituras más fácilmente nos entregarán su significado.

Pero, mientras que estamos obligados por el significado obvio de palabras sencillas a admitir que hubo Ancianos en las iglesias primitivas que no hacían labor en la palabra y enseñanza—esto es, que no predicaban ni enseñaban públicamente, en ninguna manera nos vemos obligados a admitir que era porque eran incapaces de enseñar.  Capacidad de enseñar siendo una calificación prescrita para la Ancianía, no podemos suponer que se pasaba por alto al seleccionar a Ancianos, a menos que fuera en congregaciones sin instrucción.  Pero Pablo no mención a los “Ancianos que gobiernan bien” con tal de indicar que el nombramiento era irregular.  Hay otra manera de contar por la distinción hecha sin suponer una violación de la ley; y esta es, que aunque todos los Ancianos eran capaces de enseñar, algunos tenían más capacidad que otros, y que el peso de esta obra por eso se le asignaba a ellos por consentimiento mutuo.  Donde un número de hombres se asocian en un oficio con deberes múltiples, es el caso casi invariablemente que algunos se adaptan mejor a un deber, y que otros encuentran otro; y con tal de lograr la mejor eficacia del cuerpo, necesariamente deben adoptar una división de labores correspondiente.  Es natural, entonces, si no inevitable, que en el consejo trabajador de Ancianos, que algunos hagan poco más que gobernar, y que otros hagan poco más que enseñar y predicar.  Juntos, son responsables por enseñar y gobernar; entre ellos mismos, se deben dividir las labores de tal manera que logrará los mejores resultados.  El mejor gobierno que puedan ejercer juntos, y la mejor instrucción que puedan impartir juntos es lo que el Señor requiere de sus manos.

Algunas de las congregaciones cristianas del día presente están usando el plan que aquí se indica.  Tienen un consejo de Ancianos, de los cuales todos son capaces de enseñar y uno de los cuales es un predicador.  El segundo proclama el evangelio al mundo en la asamblea pública y toma parte en dirigir la instrucción de la congregación.  Le dedica todo su tiempo a la obra y vive en el evangelio del cual predica.  Los otros toman una parte secundaria en la enseñanza y comparten por completo la responsabilidad de gobernar.  Solo le dedican una porción de su tiempo a la obra, y le dan, como Ancianos de la iglesia en Éfeso, gratuitamente.  Hechos 20:34-35.  Esto es Escritural y sabio.

En un número más grande de congregaciones, se le pide a un Evangelista que venga a ayudar a la Ancianía.  Predica y toma la parte principal en la enseñanza, mientras que los Ancianos toman una parte secundaria en la enseñanza, y control supremo en gobernar, haciendo uso, sin embargo, de cualquier sabiduría y experiencia que pueda poseer el evangelista para ayudarles.  Esto también pronunciamos Escritural; pues en esta capacidad trabajó Timoteo entre los Ancianos en Éfeso, y Epafrodito entre aquellos en Filipos.  Hechos 20:17, y comparar con 1 Timoteo 1:3; Filipenses 1:1, y comparar con 2:25-30.

Pero, aparte de estos, debemos reconocer que hay muchas congregaciones entre nosotros con Ancianos en el oficio que no enseñan, y quienes son incapaces de enseñar.  Todo tal inmediatamente debe hacer una de dos cosas—o renunciar a su oficio, o ejercer sus poderes latentes y comprobarse capaces de enseñar, por lo tanto estar calificados para el oficio.  Sin embargo, todas las congregaciones deben ser enseñadas, por los Evangelistas quienes las han formado, a elegir para el oficio solo a hombres que son capaces de enseñar, y todos los Evangelistas deben tener cuidado de solo ordenar al oficio a hombres así.  En esta manera, los males presentes pueden ser corregidos gradualmente, y una repetición de ellos en el futuro pueden ser evitados.

OTROS CAPÍTULOS

Para más información sobre J. W. McGarvey, visiten nuestra página BIOGRAFÍAS.

La versión de la Biblia usada en este artículo es la RV1960 (Reina-Valera 1960), a menos de ser específicamente notado.

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