Un artículo escrito por el Dr. Carlus Gupton.
Cuando Dios vino al mundo, lo hizo como un niño pequeño, indefenso y llorando, recién salido del vientre de una pobre niña que probablemente tenía unos 15 años. Nació en la planta baja de un establo y fue colocado en un comedero para caballos, en la compañía de animales de granja. El aire estaba lleno del olor de paja fresca y los sonidos de un fuego chispeante. Lloró cuando fue introducido al mundo y recibió consuelo del seno de su madre. Fue visitado por rancheros toscos y sucios quienes habían sido espantados por una visión de ángeles mientras yacían en el campo. Cuando Dios “estableció su campamento” entre nosotros, la verdad entró por la puerta trasera y llego a ser completamente uno con los que encontró. Se le dio la bienvenida a la vida de una familia judía, pobre y devota, y vivió una juventud de amor genuino, labor fuerte y profundo compromiso. Lo criaron, enseñándole a amar y obedecer a Dios, respetar a sus papás, trabajar la tierra, trabajar con sus manos, llorar en funerales, sonreír en bodas y reírse fuerte en fiestas. Su presencia era genuinamente encantadora y llena de gracia hacia los enfermos, los rechazados y los marginados, pero fuertemente enojada con los que pretendían ser religiosos. Vivió entre nosotros, murió por nosotros, resucitó para librarnos, reina para darnos poder y regresará para recibirnos. El nacimiento de él fue el más importante, su muerte fue la más redentora, su resurrección fue la más victoriosa, y su ascensión fue la más gloriosa. ¡Venid, adoremos a Cristo el Señor!
Si gustan saber más sobre los ministerios del Dr. Gupton, visiten Life and Leadership y DISC Personality Source.