8 pasos para enfrentar la envidia

envidiaUn artículo escrito por Tabi Boyce.

Creo que nos ha pasado a todos en algún momento de nuestra vida. Hemos tenido ese sentimiento de envida, amarga y caliente. Llega de repente, y aunque quieras ser feliz, lo único que logras es sentir vergüenza por no estar agradecido.

En tradición católica, se le considera a la envida uno de los siete pecados capitales. Dicen que los pecados capitales (del Latín “cabeza”) son aquellos que causan otros pecados. Creo que en este caso y con esa definición, tienen razón. La envidia es algo que causa mucho, mucho daño.

De los muchos escollos de la naturaleza humana, encuentro que la envidia es uno de los más desagradables. Sale de las debilidades y dudas de uno mismo. “No puedo hacer o tener lo que tal otra persona hace o tiene, por lo tanto los envidiaré a ellos y me tendré lástima a mí mismo.” Y cuando haces cosas basadas en la envidia, sirve de semilla y nutriente para otros comportamientos negativos. Llegas a ser contraproducente. Te derrotas a ti mismo. Es un pecado enteramente egoísta y desgraciado.

La Biblia habla bastante de la envidia. Consistentemente es puesto en listas de pecados. ¿Hay una lista de pecados? Va a salir la envidia. Y estas listas mencionan todo tipo de pecados, desde muy “inofensivos”, como la insensatez, hasta pecados que consideramos muy fuertes, como el adulterio y el homicidio. De hecho, el primer asesinato del mundo surge porque Caín tiene envidia. Sus debilidades se apoderan de él a tal grado que termina matando a su propio hermano. ¿Demasiado drástico para ejemplificar tu vida? ¿Tú nunca contemplarías quitarle la vida a otro? ¡Te creo! ¿Qué tal los hermanos de José, que lo vendieron a esclavitud? ¿O Jacob, que engañó a su hermano gemelo y a su padre? ¿O a Sara, que envidiaba a su sierva porque ésta podía tener hijos? ¿El rey Saúl, cuya envidia lo volvió loco? Veamos qué más dice la Biblia.

David nos advierte varias veces que no envidiemos a los malvados por lo que tienen (Salmo 37:1). Salomón nos dice que la envidia pudre los huesos (Proverbios 14:30). Pablo regaña a los cristianos en Corinto, porque sus celos están causando divisiones. Santiago dice que las divisiones y las guerras se causan . . . ¡por la envidia!

No tomen la envidia a la ligera. Es algo insidioso que crece. Es un cáncer. Termina arruinándote la vida si tú no logras deshacerte de ella tan pronto como te percates de que está en tu corazón. Es esencial para una vida feliz.

Así que, ¿qué debemos hacer para no permitir que la envidia afecte nuestra vida entera? Les tengo unas sugerencias.

  1. Identifica la fuente.¿Qué te causó sentirlo en primer lugar? Tal vez estabas hablando con tu amigo y éste te mostró algo que has querido desde hace mucho tiempo. O, como yo, viste a alguien que tiene un talento parecido al tuyo, pero que ha logrado muchísimo más que tú. O que otra persona tiene más amigos, talentos, dinero, habilidades, etc. O miras a esos estúpidos políticos con todo su dinero e influencia y te preguntas qué rayos hicieron para conseguirlo. ¿Listos para identificar cuál es la fuente de tu envidia? Bien. Hagámoslo. Ahora que recordaste cuándo fue la primera vez que sentiste la envidia, mírate a ti mismo. Esa envidia está surgiendo desde adentro de ti, de tu sentimiento de insuficiencia. ¿Qué cosa en tu vida estás comparando con la del receptor de tu envidia? Este será el paso más doloroso. Y lo siento. Confrontar el pecado siempre lo es. Tal vez estás frustrado de que nunca tienes el dinero suficiente para conseguir los lujos que consigue tu amigo. O estás fatigado de trabajar tanto y nunca ganar tanto como ganan los ricos en una hora de sentarse frente a una cámara. O vives una vida honesta, pero tremendamente difícil, y ves que la corrupción del mundo parece llevar a una vida más fácil. Tal vez . . . tienes talentos, pero aunque tratas de usarlos a lo mejor de tus habilidades, lo único que logras es . . . nada. Te sientes una Cenicienta cuya madrina nunca llegó. O lograste algo, pero otra persona con menos talentos te sobrepasó . . . por mucho . . . y lo hizo parecer la cosa más fácil del mundo. Para ser más directa y franca, te sientes un fracaso. Y ese fracaso (aunque no haya sido un fracaso) es lo que estás comparando con otra persona. ¡La envidia surge de tu corazón! Busca esa fuente, esa cosa que tu percibes como fracaso.
  2. Busca ayuda.Si es algo pequeño que recién surgió en ti, tal vez no necesites tanta ayuda, pero igual es bueno buscar a un amigo de confianza que te apoye en tu viaje para deshacerte de la envidia. Pero a veces ya hemos dejado que esa amargura crezca demasiado, o ya hemos caído en otros pecados por causa de ello. Busca ayuda de alguien de confianza, un pastor, consejero, sicólogo, o amigo muy sabio. No trates de hacer esto solo.
  3. No castigues a otros por tus debilidades.La envidia surge desde adentro de ti. Causarle dolor o desquitarse con otras personas por sus bendiciones no resuelve tu problema de envidia. Especialmente si es un amigo tuyo, dañar una relación que podría ser muy buena es una pésima decisión. Tus amigos valen mucho más de lo que vale la envidia.
  4. Haz una lista de tus bendiciones.Contraresta esos sentimientos de ineficacia recordando todas las cosas que sabes hacer (y haces) y todas las cosas que tienes. Es difícil cuando estás en las garras de la envidia, pero intenta ser feliz con lo que tienes y donde estás. No quiere decir que nunca intentarás mejorarte. Siempre debes intentar mejorarte, pero estar feliz en la situación en la que estás es importante.  Practica la gratitud.  Filipenses 4:11-13. Lo cual nos lleva al siguiente paso:
  5. Arrepiéntete.Encontrarás en la Biblia MUCHOS ejemplos de personas que sufrieron por envidia, igual que tú estás sufriendo ahora. Aunque todas esas historias terminan mal, les recomiendo recordar a David y Betsabé. David envidió a Urías y deseó su esposa. Sus deseos lo llevaron a cometer adulterio y homicidio. Entonces ¿por qué se dice que David era un hombre conforme al corazón de Dios? Porque David se arrepintió. Enteramente. Se dio una vuelta de 180 grados, públicamente lamentó sus pecados, y se volvió a acercar a Dios. Como David, tú necesitas acercarte a Dios.
  6. Lee tu Biblia y ora.Nuestra manera de tener una conversación con Dios es por leer el mensaje que nos dejó y orar con él. Pasa tiempo con Dios. De pasada también les menciono . . . no dejen de ir a la iglesia. Sé que lo típico es que si algo te incomoda, lo evitas, pero esto es estar enfermo y no ir al hospital. Amigos, necesitan de la Palabra de Dios, necesitan de Dios, y necesitan de todo lo que puede ofrecer la comunidad de la iglesia.
  7. Purifica tus motivos.Dios es el único con quien te debes comparar. No estoy diciendo que compares tus talentos con los de él. Dios siempre ganará. No, lo que estoy diciendo que Dios te ama. El esfuerzo que tú haces en su nombre es una gran bendición para él. Sí, puede nunca logres hacer tanto dinero como otros, pero el dinero que tienes lo dedicas a Dios, y él recuerda eso. Sí, puede que nunca logres todo lo que ha logrado otra persona, pero todo lo que hiciste, lo hiciste por y para Dios, y él recuerda eso. Será poco, será feo, será torpe, estará lleno de defectos, pero lo hiciste para complacer a Dios. Purifica tus motivos. No utilices tus talentos para nadie más que para Dios. Hacerlo por él te motiva a dar lo mejor de ti, pero al mismo tiempo recordar que él recibe todo con gracia. Hacer las cosas por Dios te motiva a siempre mejorar. ¿Te salió mal esa vez? ¡A la otra te saldrá mejor!
  8. Mira a los demás por los lentes de la gracia.Todos somos pecadores. Todos hemos caído. Y aunque algunos lo parezcan, nadie es perfecto. Todos tienen debilidades. Aprende a mirar a los demás con los lentes de la gracia. Desde el punto de vista de Dios, todos son preciosos y todos pueden recibir gracia. Hasta los políticos. De hecho, hasta tú. Recuerda que puede ser que hay algo que tú tienes o sabes hacer que tus amigos quisieran poder tener o hacer. Todos están en la posición de recibir gracia, y todos están en la posición de darla.

 

No se dejen llevar por los celos, hermanos. Jesús pagó un precio demasiado grande como para que lo estés malgastando en buscar herirte a ti mismo o a otros. Llénate de gracia y amor, tanto para otros como para ti mismo.

Este artículo ha sido modificado del original.  Para ver el artículo original, visiten AQUÍ.  La autora de ese blog también es dueña y maneja este blog.

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