Tradiciones de la iglesia que no encontrarás en la Biblia: La oración del pecador

Oración del pecador (2)Un artículo escrito por el Dr. Rick Chromey.  Para ver el artículo original, visite su blog: Vertical Church.  

NOTA: Cada iglesia es guiada por tradiciones que guardan los matices doctrinales de una denominación, cuerpo religioso, o congregación.  La mayoría de estas tradiciones son post-apostólicas y culturalmente sensitivas en origen y práctica.  Muchas son inocentes y aceptables.  Pero, ocasionalmente, algunas de estas tradiciones surgen que no contienen apoyo bíblico o histórico.  De hecho, al ser profundamente considerados, estas tradiciones, ritos y actos espiritual sólo distraen, demora, desvían o distorsionan la cristiandad auténtica.  No requiere de una licenciatura en Biblia para entender que estas tradiciones no son escriturales, pero que muchos cristianos aun así confían en su eficacia y las practican sin pensarlo más.  En esta serie de artículos investigaré varias tradiciones así que han emergido en los últimos 150 años de cristianismo protestante evangélico.

Es la oración estándar para muchos evangélicos.  Por todo el mundo, incontables nuevos creyentes son dirigidos en la “oración del pecador” para su salvación.  Es el momento cuando el converso nuevo “le pide a Jesús que entre a su corazón”.  Maestros de escuela dominical, pastores de niños y papás dirigen a muchos niños en esta oración.  “Solo repite conmigo,” dice el evangelista, “y ora esta oración.”

Históricamente, la oración del pecador surgió en el siglo 19 y se atribuye en gran parte a Dwight L. Moody.  Evangélicos subsiguientes, particularmente predicadores de cruzadas como Billy Graham, usaron la oración junto con sus llamamientos al altar.  Es común en las iglesias evangélicas y no denominacionales que el predicador cierre su sermón con una invitación a cerrar los ojos, levantar la mano, y repetir una oración dictada en silencio.  Después del cual, el anuncio se da que varios “nuevos cristianos” ahora están en la iglesia.

Parece ser una tradición inocua y eficiente.  ¿Qué tiene de malo decir una “oración del pecador”?  De hecho, hay varios problemas.

El primer problema es que no hay ningún ejemplo bíblico para una oración del pecador en el Nuevo Testamento, particularmente en el libro de los Hechos (la cual documenta cómo operaba la iglesia primitiva en el mundo del primer siglo, mostrando cómo llegaban las personas a ser cristianas).  No hay ejemplo de una oración del pecador en la historia de la iglesia, hasta llegar el siglo 19.  A diferencia de otras tradiciones como el bautismo, la Cena del Señor/eucaristía, predicaciones, cantos y ofrendas, la “oración del pecador” (como vehículo de salvación) es tanto históricamente como bíblicamente ausente.

El segundo problema es que la “oración del pecador” fácilmente se podría confundir como una obra humana.  Es algo que haces para recibir Gracia, especialmente si debes “repetir” o “leer” una oración prescrita.  El mero acto de repetir la oración específica de otra persona es un acto u obra.  Lo estás haciendo para ganarte la salvación.  Sé que esta es una conclusión problemática, pero muchos “cristianos” de hoy creen que porque “oraron la oración” (o cualquier oración) son salvos y, bíblicamente, esto simplemente no es posible (como revelaré en unos momentos).  La oración sí es parte de la salvación, pero no es el boleto dorado.  De hecho, bíblicamente, ¡hasta puedes ser salvo sin decir una oración!

Un tercer problema es la idea de “pedirle a Jesús que entre a tu corazón”.  Esto es tan común hoy en la iglesiandad que poco creyentes lo piensan dos veces.  Jesús vive en mi corazón, ¿o no?  Pues, esa es una pregunta teológica muy cargada.  Lo que puedo decir con mucha confianza es que en ninguna parte del proceso de creyentes en el Nuevo Testamento hubo personas que “le pidieron a Jesús que entrara a su corazón” (¡o aún que lo implicara!).  Al contrario, el Nuevo Testamento declara que un creyente “recibe” o es “llenado” del Espíritu Santo cuando son salvos.  Jesús, según los escritores apostólicos, está en el Cielo para un día regresar.  El Espíritu Santo vive dentro del corazón humano y fue dado como “depósito” para garantizar una plena salvación cuando Jesús regrese (2 Corintios 1:22; 5:5; 2 Timoteo 1:14; Hebreos 9:28).

El cuarto problema es la proposición evangélica, en particular, que creer solamente te otorga salvación (y ninguna otra cosa tiene parte).  La Reforma Protestante retomó la antigua verdad bíblica: somos salvos por gracia por medio de la fe y no por obras (Efesios 2.8-9).  Sin embargo, en los últimos 150 años, muchas iglesias evangélicas y no denominacionales lo llevaron un paso más allá: la fe o creencia en Dios salva solamente.  Pero con esa definición, ¡hasta los demonios logran salvación (Santiago 2:19)!

Así que, ¿Qué dice el Nuevo Testamento en realidad sobre la salvación?  ¿Cómo (o cuándo) es salva una persona?  Es una ecuación bastante simple: somos salvos por gracia, por medio de la fe, en el bautismo, para buenas obras.

Primero, somos salvos por GRACIA (Efesios 2.8-9).  No podemos hacer nada para ganarnos el favor de Dios, ni de merecer la salvación.  La gracia es un regalo gratuito.  No puedes hacer una oración y ser salvo.  No puedes hacer suficientes buenas obras.  Ni siquiera puedes arrepentirte (cambiar tus hábitos, actitudes y estilo de vida).

Segundo, somos salvos por medio de la FE (Romanos 5:1-2; Gálatas 3:26; Efesios 2:8-9; 2 Timoteo 3:15; 1 Pedro 1:9).  Debemos creer solamente en Jesucristo.  La salvación no viene por otro nombre (Hechos 4:12).  Nuestra fe no está en nuestros padres, nuestro pastor, nuestra iglesia, nuestra denominación, nuestra nacionalidad, nuestra etnicidad ni nuestra bondad.  Solo Jesús nos salva.

Tercero, somos salvos en el BAUTISMO.  Cuando somos bautizados, según la enseñanza apostólica, somos “revestidos en Cristo” (Gálatas 3:27), conectados al Cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:13); resucitados a la vida y muertos al pecado (Romanos 6:3-14), espiritualmente lavados (Hechos 22:16, Tito 3:5) y, sí, salvados (1 Pedro 3:21).  En Hechos 2:37-38, Pedro revela este esquema para la salvación: creencia, arrepentimiento, bautismo.  Es una idea popular evangélica agregar “confesión” (escogido de Romanos 10:9-10), pero la confesión es más un acto post-salvación que comprueba tu salvación.  El punto de Pablo en Romanos 10, al escribirle a los cristianos romanos, no es de crear una fórmula para salvación (creencia y confesión) sino más bien de revelar un ejemplo continuo de lo que hacen los salvos: siguen creyendo y confesando a Cristo después de su bautismo (Romanos 6:4 y siguiente).  La confesión es importante, pero para el iniciado es una parte del arrepentimiento.  Para aprender más sobre el bautismo, necesitan ver este video de YouTube que he creado.

Finalmente, somos salvos para BUENAS OBRAS (Santiago 2:14-26).  Una vez que hemos sido convencidos y creemos, luego bautizados, experimentamos el poder para plenamente arrepentirnos (cambiar) y tener vida en abundancia (por el Espíritu Santo reside en nosotros).  Con actitudes cambiadas vienen comportamientos cambiados.  Lo que hacemos y cómo vivimos comprueba nuestra salvación.  Santiago lo resalta claramente en su epístola.  Buenas obras no te salvan, pero una vez que hayas sido salvo (creencia, arrepentimiento, bautismo), harás buenas obras como evidencia de que eres salvo.

Verdaderamente no sé cuánto más simple puede ser.

Cree en Jesús.  Comprométete al cambio.  Sé bautizado.  Luego vive el cambio.

A través del libro de los Hechos, el mejor libro que muestra cómo creía y practicaba la iglesia primitiva, nadie fue salvado solo por decir una oración.  Nadie fue salvado simplemente por hacer actos de arrepentimiento.  El bautismo, como el Mar Rojo de los israelitas, fue el evento divinamente orquestada que separó a los santificados y sellados.  La salvación no vino previo al Mar Rojo, sino que claramente fue pronunciada después de que los ejércitos del Faraón se ahogaron en las aguas (Éxodo 15:1-2).  Hasta Pablo comparó la experiencia del Mar Rojo al bautismo (1 Corintios 10:1-2) y profesó que es entonces que fue “lavado” y salvado (Hechos 22:16).

Por supuesto, la otra Escritura escogida para la oración del pecador es Apocalipsis 3:20.  Jesús está frente a la puerta de corazón, tocando y pidiendo entrar si tan solo lo abrimos.  Es una linda pintura, pero una interpretación mala.  Este pasaje no tiene nade que ver con la salvación individual.  Más bien, es un llamamiento corporal a una congregación entera del primer siglo a arrepentirse (¡ya eran creyentes!).  La iglesia entera le ha cerrado la puerta a Jesús en sus vidas.

En resumen, la “oración del pecador” una herramienta evangélica sin apoyo bíblico alguno y usarlo sin arrepentimiento (lo cual incluye confesar y profesar fe en Cristo) y bautismo para pronunciar la salvación de la persona es un error.  Si realmente deseas salvación, sigue a Pedro y Pablo y el resto de la iglesia temprana: cree en Jesús, comprométete/confiesa el cambio y sé bautizado.

Verdaderamente es así de simple.

Leer Parte 2: El bautismo por conveniencia

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