Un artículo escrito por Tabi Boyce. Para leer el artículo original, visitar su BLOG.
“Ah, dudo que alguien intentaría hacerles daño,” dijo, mirando hacía atrás por su espejo retrovisor, “Digo, son misioneros; ¿qué daño harían ustedes?”
Íbamos en los asientos traseros del taxi, conversando con el chofer. Varias cosas pasaron por mi mente, como una patada reflexiva mental. Dentro de contexto, este comentario tenía sentido perfecto, y era un cumplido. Los chilenos, en general, tienen una perspectiva bastante benigna (aún glorificada) de los misioneros. Algunos de sus héroes nacionales fueron sacerdotes misioneros quienes velaron por su gente y se opusieron a persecución y represión por parte de aquellos a quienes protegían. Nosotros los misioneros no-tan-famosos y no-tan-sociales podemos disfrutar un poco de esta luz generosa. Aparte de algunos robos, nos dejan en paz, porque somos “religiosos” y hasta el “pato malo” más malo no tocará a un hombre o una mujer de Dios. Las supersticiones nos dan la ventaja en este caso. Estamos aquí para ayudar, no para dañar. Somos . . . inofensivos.
Mi segundo pensamiento reaccionario fue, “Santo cielo, somos como la descripción de la Tierra en Guía del autoestopista intergaláctico.” Y me di cuenta que eso realmente no me gustó. No me gustó nada.
Verás, es una cosa “no causar daño”, de elegir evitar hacerle daño físico u emocional a alguien más. Es otra cosa ser “inofensivo”. Porque inofensivo no solo significa que no te haré daño; implica que no causaré absolutamente nada negativo en ti. Y, francamente, eso es lo último que quiero.
¿Por qué querría provocar una reacción negativa en alguien más? Porque así lo hizo Jesús. Así lo hace Dios. No puedo vivir mi vida de una manera inofensiva.
Dios no es inofensivo. Dios es poderoso y amoroso y justo. Es magnífico y glorioso. Es misericordioso, lleno de gracia, y perfecto. Es muchas cosas, pero NO es inofensivo. Tiene el poder de crear el universo, de hacer girar los mundos como si fueran trompos, de hacer que las cosas existan con una sola Palabra, de respirar VIDA a lo que no tiene vida, de sanar cuerpos y corazones rotos y almas destrozadas. Él es la autoridad absoluta y tiene todo derecho de castigarnos. Él tiene el amor absoluto para salvarnos. Tiene el poder de deshacer todo lo que ha hecho, convertirlo en polvo, y comenzar de nuevo. Y NO ES inofensivo. Dios es un ser perfecto que odia el pecado. Demanda devoción, y humidad y fidelidad. Nos requiere hacer todo como los hizo nuestro Maestro el Cristo lo hizo—de trabajar hasta colapsar de cansancio, de amar hasta llorar, de vivir con justicia hasta la muerte. Espera nuestro amor porque Él nos amó primero, nuestra justicia porque Él es justo, nuestro sacrificio porque Él se sacrificó. Él da y quita, destruye y crea, mueve y sacude. Hace muchas cosas, pero NO ES INOFENSIVO.
Un dios inofensivo no cambia nada en ti. Un dios inofensivo no requiere nada de ti, no demanda nada, no da nada. Un dios inofensivo es un dios que puedes ignorar 90% del tiempo, y pedir que venga en ocasiones especiales. Es un dios en el que puedes pretender creer, y vivir como te de la gana vivir, porque ¿él qué puede hacer al respecto? En realidad, no odias al dios inofensivo, pero tampoco le amas. Él es un dios hecho a tu imagen, un reflejo roto de una humanidad cambiante.
Pero Dios, Él no es inofensivo. Y será mejor que eso te de miedo. Será mejor que tiembles hasta los dedos de tus pies, porque este Dios. ESTE DIOS . . . Él no es el tipo de dios que encaja en el molde de nadie. Es un Dios bueno, pero no es inofensivo. Satanás le teme, el pecado quema en su presencia y la oscuridad huye. Y cuando estas cosas viven en tu vida, Dios será ofensivo para ti. Puedes pararte en su contra y odiarlo, o puedes venir a Él y ser cambiado. Puedes odiarlo por Su justicia inquebrantable o puedes amarle por su gracia inquebrantable. Puedes vivir en la oscuridad y aferrarte a tus pecados, o puedes vivir en la Luz y ser limpio.
Seguir a Dios es peligroso. Te cambia. Profundamente. Amas de manera diferente, piensas de manera diferente, ves las cosas de manera diferente. Puede que te enfrentes al odio (porque, bueno, Dios es ofensivo) y la persecución y los insultos. Puede que te enfrentes a las dificultades de la pobreza, o las comodidades entumecedoras de la clase media, o las tentaciones salvajes de las riquezas . . . pero no te importará porque no vale nada al fin del día. Puede que decidas dejar la comodidad e ir a algún otro lado para hacer una misión. Puede que seas necesitado justo donde estás. Sin importar lo que suceda, cambiarás. Y se te pedirá hacer una diferencia. Se te pedirá brillar. Se te pedirá ser notado. Eres la sal de la Tierra, la ciudad en el monte, la luz sobre la mesa. Necesitas impactar a alguien, en algún lado. HACES ALGO.
Porque nosotros, como el Dios al que servimos, no somos inofensivos. Cuidado, mundo. Puede que no nos tengan mucho cariño, pero estamos aquí para ayudar. Estamos aquí para hacer una diferencia. Estamos aquí para darles un mensaje que puede que no disfruten. Estamos aquí para ser notados.