Un artículo por Jared Peer, dueño y operador del sitio Rogue Millennials. Para leer el artículo original, visitar la página de Rogue Millennials.
Recientemente tuve una semana genial con dos mentores míos y dos jóvenes a quienes tengo el privilegio de ser mentor. Construimos un muro y nos costó todo lo que teníamos, desde usar mucho nuestro cerebro para solucionar problemas hasta usar cada onza de fuerza que teníamos. Y nos la pasamos de maravilla—no sólo al construir algo juntos, sino al aprender el uno del otro, y enseñarnos entre sí.
Recientemente me preguntó un joven si podría serle un mentor regular. Recientemente empecé un programa de mentores para una organización local. Fui mentor para 11 personas que ahora serán mentores para nuevos voluntarios para esa organización. No creo que podría haber logrado nada de esto de no haber sido por mis propios mentores que me enseñaban y guiaban, que me protegían y me impulsaban hacia adelante.
A veces me asombra cuán pocas personas han tenido mentores realmente buenos en su vida. Aunque no debería asombrarme—yo he tenido que ser particularmente intencional para lograr tener mentores en mi propia vida. Puede ser que encontrar mentores no es algo natural para la mayoría de las personas. Generalmente no nos “gusta” la escuela, por ejemplo—parece que tenemos una inclinación natural por poner el “aprendizaje” de todo tipo en nuestra lista de cosas “no divertidas” en las que debemos enfocar nuestro tiempo.
Pero tener mentores hace toda la diferencia en la vida. No vivirás lo suficiente como para cometer todos los errores tú solo, así que puedes adelantarte un poco aprendiendo de otros. Los mentores pueden enseñarte lo que sí funcionó para ellos, y lo que no funcionó. Pueden darte una perspectiva que te falta y compartir de su experiencia. Mentores también pueden proveer un compañero que puede ayudarte en el viaje que tomas—a fin de cuentas, nadie quiere sentirse solo.
La Biblia tiene mucho que decir sobre el valor de la sabiduría y sobre la tradición de ser mentor—de transmitir o de dar sabiduría a la siguiente generación. Hacer discípulos (o bien, ser mentor) es nuestra primera misión. “El hierro se afila con hierro, y el hombre en el trato con el hombre” (Proverbios 27:17). Pablo le recordó a Timoteo que, tal como Pablo le había sido mentor a Timoteo, él debía ahora ser mentor para otros. “Lo que me has oído decir en presencia de muchos testigos, encomiéndalo a creyentes dignos de confianza, que a su vez estén capacitados para enseñar a otros” (2 Timoteo 2:2).
¿Vieron eso? Yo fui tu mentor, así que ahora tú ve a ser un mentor para otros con la meta de que ellos sean mentores para otros también.
Muchas veces se ha dicho que la iglesia nunca está más de una generación de la extinción. El momento en que una generación no logra entregar la fe a la siguiente, todo podría terminar.
Eso no es exactamente verdad. Dios encuentra una manera de mantenerla viva, a pesar de nosotros. La Escritura siempre puede inspirar, se que los cristianos estén pasando su fe o no. La historia tiene una abundancia de ejemplos cristianos positivos e inspiradores, se que los cristianos vivientes estén pasando la fe o no. Y Dios frecuentemente rompe en nuestra vida personal, sea que los cristianos estén pasando la fe o no. Pregúntale a Pablo. Él (entendiblemente . . . ) solamente había experimentado temor por parte de los cristianos antes de que Dios rompió en su vida y lo convirtió—algo que ningún cristiano viviente hubiera podido hacer, tal vez.
¿Me permiten citar a unos héroes míos, el capitán Jack Sparrow y el capitán Héctor Barbossa? Barbossa le advierte a Sparrow, “El problema con ser el último de cualquier cosa, con el tiempo ya no quedará ninguno.” Sparrow le responde, “A veces las cosas regresan, amigo. Somos prueba viviente de eso, tú y yo.” Y Barbossa sabiamente aconseja, “Sí, pero ese es un juego con probabilidades muy en tu contra, ¿no? Nunca tienes la garantía de regresar. Pero entregar algo a otro, eso es muy seguro.”
Que el cristiano pase la esperanza que tienen ha seguido siendo el vehículo principal que Dios ha utilizado para expandir Su Reino y traer un mundo perdido a la gracia salvadora. Y aunque fallemos, Dios preservará un remanente—si queremos ver un futuro cristiano vibrante, tendremos que trabajar duro para entregar la fe.
Si la generación del milenio está a la deriva, puede ser una indicación que no estamos haciendo un buen trabajo de entregar la fe—y puede ser una advertencia de dónde necesitamos enfocar nuestros esfuerzos.
Lo que nos gustaría ver es más boomers y gen X inspirados a acoger y tomar responsabilidad por los mileniales. Encuentren a una persona joven en la iglesia e inicia una relación con ellos. Te sorprenderá encontrar que disfrutan de muchas de las mismas cosas, y aprenderás mucho de ellos al mismo tiempo que ellos están aprendiendo mucho de ti.
Nos gustaría ver más mileniales buscando mentores, reconociendo su necesidad de encontrar a personas que les pueden ayudar a crecer en su fe, así como servir al Señor con sus vidas, de una manera más eficiente.
Finalmente, nos gustaría ver a más milenial siendo mentores para gente más joven. Los mileniales también necesitarán empezar a aprender a entregar su fe a la siguiente generación. Deben reconocer que aunque generaciones previas muchas veces les defraudaron en cuanto a entregarles lo que era correcto y verdadero, sigue siendo nuestra responsabilidad asegurarnos de no cometer el mismo error.
Gracias!
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