Mito 4– La religión y la política no se mezclan

mito 4

Un artículo escrito por Bob Russell.  Para leer el artículo original, visitar su BLOG.

“La religión y la política no se mezclan.”  Hemos escuchado ese dicho todas nuestras vidas.  La mayoría lo aceptan como verdad porque parece que cada vez que un predicador aborda algún tema político, alguien se enoja y amenaza dejar la iglesia.  Y estamos dedicados a mantener a todos en la iglesia feliz.

Los predicadores de vanguardia a veces usan ese lema como excusa para no hablar sobre temas culturales controversiales, porque saben que la mayoría de los mileniales sienten que es incómodo mencionar cualquier cosa remotamente político en la iglesia.  Y están completamente enfocados en alcanzar a personas entre 20-35.

Progresivos seculares refuerzan la idea que, “la religión y la política no se mezclan”, protestando “¡separación entre la iglesia y el estado!” cuando sea que los cristianos hablan sobre temas políticos.  Les encanta silenciar la influencia evangélica por intimidación.

Es verdad, algunos predicadores en el pasado han usado el púlpito para promover temas que no son principios bíblicos bien definidos, y para endorsar a candidatos quienes luego resultaron ser desconfiables.  Como odiamos ser identificados con la derecha extrema religiosa, nos refugiamos con la explicación, “La religión y la política no se mezclan”.

Pero ese mito popular necesita ser desmentido, y pronto . . . por las siguientes razones.

  1. La política de hoy frecuentemente traslapa con principios bíblicos cruciales. La santidad del matrimonio, la matanza del no nato, la libertad de evangelizar, la igualdad racial, la persecución de cristianos en países musulmanes, el cuidado del pobre, justicia en la corte, definir los parámetros de guerra justa, el tratado apropiado de inmigrantes, el derecho a poseer propiedad, todos estos son temas que se tratan extensamente en la Biblia.  Esos no son sólo temas políticos: son primeramente temas bíblicos.
    Cuando estos temas surgen en un debate, los predicadores que no los abordan, tampoco predican todo el consejo de Dios.  Franklin Graham recientemente le pidió a predicadores que hablaran sobre la santidad del matrimonio, y declaró que fallar en hacer eso es cobardía—y la cobardía es un pecado.
  2. El precedente espiritual. Los profetas del Antiguo Testamento normalmente fueron odiados por oficiales públicos por su firme posición sobre la verdad de Dios.  El Rey Acab llamó a Elías un “agitador” por igualar una sequía con el juicio de Dios sobre la nación.  El rey Nabucodonosor condenó a Daniel al foso de los leones por no cumplir con una ley nacional que prohibía la oración pública.
    Juan el bautista fue decapitado por hablar en contra de la vida inmoral del rey Herodes. Juan no proclamó a Jesús como el Cordero de Dios y luego se retiró de todo lo que sucedía en el ámbito político.  Él entendió que los profetas de Dios no son llamados a reflejar la cultura, sino a corregir la cultura.
    Previo a la declaración de independencia, muchos ministros en la frontera americana predicaban sermones sobre lo que constituía una guerra justa, y aún servían como líderes de la milicia.  El libro, Sermones de la guerra revolucionaria, ilustra el hecho de que ministros del siglo 18 no creían el mito que la religión y la política no se mezclan.
    Muy pocos sugerirían que el Dr. Martin Luther King Jr. debió haberse quedado fuera del ámbito político.  La ejecución de leyes de derechos civiles y la implementación de igualdad racial tenía una importancia justificada para él.  Él y sus seguidores estaban profundamente involucrados en la política y se les alaba hoy por hacer una diferencia.
  3. La singularidad del sistema americano. Algunos cristianos protestan que, como no tenemos ningún récord de que Jesucristo o el Apóstol Pablo hayan protestado contra el gobierno romano, debemos mantenernos sumisos y silenciosos.  (Nota:  Jesús sí comendó a Juan el Bautista por confrontar a Herodes, y Pablo sí utilizó sus derechos como ciudadano romano cuando fue golpeado en violación de la ley.)
    Lo que muchas veces se pasa por alto es el hecho de que los Estado Unidos de América fue creado como un gobierno único, “ . . . del pueblo y por el pueblo y para el pueblo”.  Jesús y Pablo vivieron bajo una dictadura.  Nosotros vivimos bajo una república constitucional.  Esa es una diferencia enorme.  Somos el gobierno.  Los oficiales públicos deben representarnos.  Eso significa que tenemos una responsabilidad de mayordomía de involucrarnos porque, “al que mucho le han confiado, más le exigirán”.
  4. El Señorío de Cristo. Se nos enseña en la Escritura que Jesús es Señor sobre todo y no podemos compartimentar nuestras vidas.  Ministros comparan nuestras vidas a una cajonera.  Dicen que la mayoría están dispuestos que Jesús sea Señor sobre el culto del domingo, pero no quieren que se meta al cajón marcado “entretención” o al cajón marcado “dinero”.  Pero Jesús busca ser Señor de cada faceta de nuestras vidas.
    Jesús debe ser Señor sobre el cajón marcado “política” también.  Ser seguidor de Cristo debe impactar nuestro récord de votos, a quién apoyamos, a quién damos dinero, y las cartas que escribimos.
  5. Compasión para futuras generaciones. Estamos disfrutando de una libertad y prosperidad sin precedente porque nuestros antepasados sacrificaron sus vidas, sus fortunas y su sagrado honor por proveernos eso.  Nuestra libertad no fue libre.  Y nuestra libertad futura no está garantizada.
    Los historiadores señalan que ninguna civilización existe por siempre, y el decaimiento moral es la razón principal por la que las naciones se colapsan.  El decaimiento moral de los EEUU es alarmantemente obvio.  Nuestros nietos no tendrán las bendiciones de libertad religiosa si no hacemos nuestra parte en preservársela.
    Algunos protestan que Dios es soberano, así que no le importa a Él a quién elegimos.  Dios hará Su voluntad, independiente de lo que sucede en el ámbito político.  Si ese fuera un razonamiento válido, no tendríamos que molestarnos con evangelizar, o con ponernos el cinturón de seguridad en el automóvil.  ¡Eso es ridículo!  Dios obra por medio de la gente que obra.
    Clayton Christensen, profesor de la escuela de negocios de Harvard, recientemente sugirió que la mayoría de los americanos no tienen idea que lo crítico que es la religión para el funcionamiento de una democracia.  Dijo, “La razón por la que funciona nuestra democracia no es solo porque el gobierno fue diseñado para supervisar lo que hacen todos.  Sino que la democracia funciona porque la mayoría de las personas voluntariamente obedecen la ley.
    “En el pasado, la mayoría de los americanos asistían a una iglesia o sinagoga donde se les enseñaba que tienen que responder no sólo a una sociedad, sino también a Dios.  Conforme la religión va perdiendo su influencia, ¿dónde van quedando las instituciones que le enseñarán a la siguiente generación que ellos también necesitan voluntariamente obedecer las leyes?  Si quitas la religión, no podrás contratar suficientes.”

Es por eso que la política y la religión deben mezclarse.  Si no lo hacen, la democracia se desmorona . . . y quedamos responsables ante Dios por nuestra mayordomía débil y cobarde.

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