El anciano: Cómo ser pastores

Foto por Kevin Rohr.
Foto por Kevin Rohr.

Un artículo escrito por J. W. McGarvey. Notas agregadas por la traductora han sido marcadas con asteriscos (*).

 

 

 

CÓMO SER PASTORES

Los títulos aplicados a la ancianía están muy bien escogidos y constituyen una clasificación exhaustiva de sus deberes. Cuando los ancianos aprenden cómo ser pastores, cómo ser supervisores y cómo ser maestros, han aprendido a llevar a cabo todas las funciones de su oficio. Nos proponemos ahora a investigar cómo pueden realizar esos deberes que les pertenecen como pastores.

Todos los deberes de un pastor literal, como se entendía por la gente que dio a la palabra su significado religioso, se resumen en estos tres: 1. Asegurarse que las ovejas no se desvíen. 2. Guiarles al agua y pasto de día, y de vuelta al redil, según sea la necesidad, de noche. 3. Protegerles contra todo peligro de noche y de día. Los deberes pastorales, es decir de pastor, de la ancianía, como requieren la naturaleza del título pastor y los preceptos apostólicos, corresponden estrictamente a estos tres.

Primeramente entonces, con tal de ser un buen pastor, el anciano debe ejercitar el cuidado máximo para prevenir que ovejas individuales se descarríen del rebaño; y cuando uno, como a veces sucede, elude toda vigilancia y se descarría, el anciano debe ser pronto y energético en salir a buscarlo y traerlo de vuelta. Jesús, con referencia especial a su propio trabajo en buscar a las ovejas perdidas de la casa de Israel, bellamente ilustra este deber por medio de una parábola. Le dice a aquellos quienes le condenaron por recibir a pecadores, «¿Qué hombre de vosotros, si tiene cien ovejas y una de ellas se pierde, no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la que está perdida hasta que la halla? Al encontrarla, la pone sobre sus hombros, gozoso; y cuando llega a su casa, reúne a los amigos y a los vecinos, diciéndoles: «Alegraos conmigo, porque he hallado mi oveja que se había perdido.» Os digo que de la misma manera, habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentimiento.»* ¿Qué podría ser el significado de esta parábola a no ser de que cuando un discípulo se descarría del camino del deber, la primera obligación del pastor, elevándose por sobre toda otra obligación del momento hacia los hermanos fieles, es el ir, buscar y tratar de ganar de vuelta al que vaga? Debe dejar a las noventa y nueve, aún en el desierto, e ir. Si una congregación se juntara en el día del Señor para adorar y los ancianos, al mirar por las caras les faltara una, y averiguaran que estaba ausente por causa de compañía revoltosa, o en casa por un mal humor, o a punto de comenzar el día en una excursión de ocio, ¿se podría decir que están presionando esta parábola demasiado si uno de ellos inmediatamente dejara la casa de Dios y fuera por esa persona? ¡Cuánto gozo crearía entre los santos en la tierra y entre los ángeles en el cielo si tal cosa fuera hecha con éxito y a menudo! Si alguno, sin embargo, no quisiera presionar esta analogía a tal extremo, aun así debe admitir que la aproximación más cercana posible a este grado de vigilancia solamente puede plenamente satisfacer el deber del pastor.

Tales reflexiones lo hace muy doloroso mirar alrededor a la conocida condición de muchas congregaciones—las ovejas esparcidas a lo lejos por el desierto, y los pastores comiendo y bebiendo, o dormidos en el suelo. ¡Oh, que tuviéramos a Jeremías para que levantara su voz contra los pastores infieles del rebaño de Dios!

Si tal vigilancia como la que hemos nombrado se necesita en buscar a los que se descarrían del camino, ¿cuánto más es necesario para prevenir tal descarrío? El buen pastor trabajará por tener tan poco del trabajo previo como sea posible, haciendo más del último. Cuando la disposición de descarriarse se descubre, será pronto en contrarrestarlo. Todo esto requiere de una vigilancia constante e interés por parte del anciano, y consultas frecuentes por parte del consejo de ancianos. Hablaremos más plenamente del tema de los segundo en otro tiempo.

Foto por Slavomir Ulicny
Foto por Slavomir Ulicny

Segundo, ya hemos hablado suficientemente para el propósito de este tratado, sobre la segunda clase de deber pastoral. El guiar al rebaño donde ellos vayan, yendo por delante y llamándoles a seguir, es simplemente ser un ejemplo para el rebaño, como hemos dicho y tratado en reforzar en una previa sección.

Tercero, el deber de proteger a la iglesia contra enemigos tanto por dentro como por fuera, no tan sólo se implica en el título pastor, sino que es mandado específicamente por Pablo en un pasaje ya citado más de una vez. Les advierte a los ancianos efesios que lobos rapaces vendrían entre ellos, sin apiadarse del rebaño; y que cismáticos surgirían desde adentro, hablando cosas perversas para alejar a los discípulos a seguirles; y les dice, “Por lo tanto vigilen”. Deben vigilar, entonces, contra estos dos peligros, y esto hace a los ancianos los guardianes propios de la iglesia contra maestros falsos y cismáticos.

Con tal de cumplir fielmente con este deber, deben escrupulosamente evitar cualquier acción por su parte de innecesariamente agitarían facciones en la iglesia, y cuando encuentran cualquier hombre mostrando la disposición menor por crear facciones, deben ejercer sobre él cada buena influencia que pueda ser ideada para prevenir la maldad anticipada. También deben conocer a cada hombre que invitan o permiten hablar con la hermandad en sus reuniones. Deben negarle este privilegio a cada extraño que llega entre ellos sin recomendación alguna, y a cada hombre que saben ser un promovedor de disensión y maestro de doctrina falsa. Un lobo muy pequeño vestido de oveja puede dispersar un rebaño muy grande de ovejas, y un hombre débil tomando forma de aquel que predica mortalismo cristiano o universalismo a veces puede desafectar y arruinar a muchas almas; y un hombre que enseña nada falso, pero busca causar peleas y divisiones muchas veces puede causar más daño que un maestro falso. Con firmeza, pues, que no sabe ceder, sino que con precaución y prudencia que guarda contra juicio injusto, así debe vigilar el pastor la puerta que abre hacia su rebaño.
* Lucas 15:4-7

 

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Para más información sobre J. W. McGarvey, visiten nuestra página BIOGRAFÍAS.

La versión de la Biblia usada en este artículo es la LBLA (La Biblia de las Américas), a menos de ser específicamente notado.

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