Un artículo escrito por J. W. McGarvey. Notas agregadas por la traductora han sido marcadas con asteriscos (*).
CÓMO SER SUPERVISORES (OBISPOS)*
El término supervisor (obispo)* es más genérico como título oficial que el término pastor, porque los deberes de un supervisor secular son más numerosos que aquellos de un pastor. El supervisor de una granja, de una fábrica, de una ciudad, de cualquier compañía de hombres, toma conciencia de todo lo que concierne el negocio de los hombres que están bajo su supervisión. Todo lo que concierne la iglesia, por lo tanto, como un cuerpo de discípulos, debe estar bajo el cuidado de los supervisores de ello, a menos que encontremos algunas limitaciones asignadas en la palabra de Dios. Si intentamos, sin embargo, discriminar entre esos deberes que le pertenecen a los supervisores y aquellos que les pertenecen a los mismos hombres en capacidad de pastores, podemos separar en pensamiento el primero del segundo. Omitiendo de nuestra vista, por lo tanto, todo lo que hemos incluido en el título de pastor, y reservando para su lugar apropiado todo lo que está incluido en la obra de enseñanza, intentaremos clasificar y considerar brevemente aquellos deberes que aún quedan para los ancianos como supervisores.
Cuando una iglesia actúa como cuerpo, normalmente debe hacerlo con los órganos apropiados. Hay pocos actos de la iglesia que son, o que pueden ser, llevados a cabo con la acción simultánea y equivalente de todos los miembros. Si oran, uno dirige y los demás se unen silenciosamente a las peticiones; si cantan, uno preside y los demás cantan al unísono con él; si parten el pan, uno da las gracias, otros pasan el pan, y todos comen; si alimentan al pobre, todos contribuyen y unos pocos distribuyen; si hablan como cuerpo a otras iglesias o al mundo, hablan por medio de un portavoz. En todo caso de acción de iglesia en el cual la iglesia entera no puede actuar, es necesario que actúe por medio de sus oficiales apropiados; y por consiguiente, que los supervisores de la iglesia deben tomar liderazgo en todas las acciones de este tipo, que no son asignadas exclusivamente a algún otro oficial. Entre estos deberes encontramos los siguientes:
Primero, a la iglesia se le ordena, «Pero que todo se haga decentemente y con orden». 1 Corintios 14:40. Este mandato necesariamente requiere que cada miembro haga con decencia y orden la parte que le es asignada; pero para que cada uno lo haga es necesario que alguien le asigne a cada cual su parte apropiada y que ejercite la supervisión que asegurará el orden requerido. Además, se requiere que alguien decida, donde los apóstoles no han prescrito algún orden, qué orden observar y qué constituirá la decencia de su cumplimiento. Sin duda la congregación misma es, dado la naturaleza del caso, la autoridad en estas cuestiones, pero la congregación debe tener una boca por la cual hablar, y un brazo con el cual hacer, y viendo que hay supervisores en la iglesia, esta labor naturalmente cae sobre ellos. El preservar, por lo tanto, el orden en la iglesia como la que han prescrito los apóstoles, o como la que la iglesia ha acordado tener, y el asegurar el decoro más alcanzable posible en todos los procedimientos públicos de la iglesia es una manera de actuar como supervisor.
Segundo, y muy parecido a lo anterior, se manda en referencia a la adoración pública, «Que todo se haga para edificación». 1 Corintios 14:26. Por las mismas razones como en el previo caso, debe caer sobre el supervisor el asegurarse de la observación práctica de este precepto. Por supuesto, no pueden asegurarlo sin una consideración apropiada por el precepto por parte de la congregación; pero aun cuando cada uno desea que todo se haga para edificación, el fin no siempre es lograble sin el gobierno y la dirección de alguno que posee juicio superior, y a quien por consentimiento común se le da el control general de los ejercicios públicos. Los supervisores, pues, por vigor de sus oficios, deben asegurarse que lo que se hace en la casa de adoración, incluyendo los cantos, las enseñanzas, las lenguas, las revelaciones y las interpretaciones (el apóstol enumera todas estas) serán ejecutadas para edificar al cuerpo. Esto requiere del mayor juicio bueno por su parte sobre qué será para edificación, de la delicadeza mayor en asesorar a los participantes, en los varios actos de adoración, para asegurar la conformidad deseada.
Tercero, a la iglesia se le requiere que se aleje de aquellos que caminan desordenadamente. 2 Tesalonicenses 3:6. En este acto de alejamiento y en los pasos que deben ser tomados previo a ello, los supervisores o gobernadores deben tomar la parte de liderazgo. Cuando un hermano peca contra otro y los pasos privados que prescribe el Salvador han sido tomados, la cuestión debe ser presentada a la iglesia, la iglesia debe hablar, y si el ofensor no escucha a la iglesia, debe ser tratado como un pagano y publicano. Mateo 18:15-17. Ahora, la iglesia puede escuchar acusaciones como cuerpo o escucharlas por medio de sus supervisores nombrados, pero cuando se emprende en persuadir, avisar y rogar al acusado, queda confinada al medio último, y por decencia y orden, también ha encontrado necesario escuchar las acusaciones por el mismo medio. Al supervisor, entonces, como el órgano apropiado por el cual la iglesia debe tomar acción, se le debe presentar toda acusación.
De nuevo, mientras que es el deber de los ancianos en su capacidad como pastores el buscar a todos los miembros que se desvían, y traerlos de vuelta si es posible, deben a veces fallar a su deber en este esfuerzo, y entonces comienza su deber como supervisores. Al que vaga se le encuentra incorregible y está caminando con desorden, a pesar de todos los esfuerzos apropiado por traerlo al arrepentimiento. La iglesia ahora debe alejarse de él como de aquellos que se rehúsan a escuchar a la iglesia, y sobre el supervisor cae el deber de ver que este alejamiento sucede.
Que sea observado aquí que el deber de alejarse de los desordenados no se le ha mandado a los supervisores, sino que a la iglesia en general, y los supervisores quedan conectados con ello como actores principales, por simple virtud de su relación oficial a la iglesia. Es un acto en el cual la iglesia entera puede participar, pero en el cual necesitan de un brazo y una boca. Que el cuerpo de la iglesia sí participó en la edad apostólica es evidente por las direcciones dadas a la iglesia en Corinto sobre el alejarse de un hombre incestuoso. Pablo dice, «Pues yo, por mi parte, aunque ausente en cuerpo pero presente en espíritu, como si estuviera presente, ya he juzgado al que cometió tal acción. En el nombre de nuestro Señor Jesús, cuando vosotros estéis reunidos, y yo con vosotros en espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesús, entregad a ese tal a Satanás para la destrucción de su carne, a fin de que su espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús». 1 Corintios 5:3-5. En este caso el castigo fue infligido por la mayoría, una minoría sin duda rehusándose, bajo la influencia de los enemigos de Pablo, a obedecer el mandamiento del apóstol. Los hechos, sin embargo, demuestran que la iglesia entera debe, en casos de exclusión, juntarse y de manera decente y ordenada, entregar al ofensor a Satanás.
NOTAS:
* La palabra obispo en la Biblia se deriva de la palabra griega episcopos. Esta se compone de dos palabras: epi (sobre) y scopos (observar, mirar, vigilar). Algunas versiones en inglés han traducido esta palabra como overseer, para transmitir mejor la idea de la palabra griega original. La traductora de este artículo ha decidido, de igual manera, transmitir la misma idea al substituir la palabra obispo con supervisor.
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La versión de la Biblia usada en este artículo es la LBLA (La Biblia de las Américas), a menos de ser específicamente notado.