Un artículo escrito por Rice Haggard. Este artículo ha sido modificado de su formato original, para poder encajar mejor con un formato de blog. Originalmente fue publicado como un libreto de 31 páginas, entre los años 1804 y 1806. La fecha exacta es desconocida. Su título original fue «Un discurso a las varias sociedades religiosas sobre la sagrada importancia del nombre cristiano».
El tema puede ser reducido a dos propuestas generales:
I. Los requisitos para constituir a un cristiano, y
II. Por qué los seguidores de Cristo deberían ser llamados cristianos, y nada más.
I. Los requisitos para constituir a un cristiano.
Un cristiano, a buen grado, imita el carácter de Jesucristo, quien fue santo, inocuo, incorrupto y apartado de los pecadores; en cuya boca no hubo engaño. Por lo tanto,
La reformación es estrictamente necesaria, siendo que las vidas y los caracteres de los no conversos ni se aproximan al carácter impecable de Jesucristo.
La fe es igual, o diré superlativamente, necesaria: pues sin esto es imposible complacer a Dios, o venir a él, Hebreos 11:6. Por fe, pueden mover montañas y sacar virtud de la fuente de vida. Por ella, pecadores encuentran vida eterna y pueden confiar su todo sobre la verdad de la promesa de Dios.
El arrepentimiento también es necesario, y por lo tanto estrictamente ordenado por el Cielo, de la manera más positiva. Mateo 3:2, «Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado»; Lucas 13:3, «si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente»; Hechos 3:19, «arrepentíos y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados», (y siguiente).
La adopción también es necesaria para constituir a un cristiano: pues por naturaleza somos forasteros y extranjeros, ajenos a la mancomunidad de Israel. Pero por Cristo somos adoptados a la familia de Dios, recibidos al estado, espíritu y privilegio de sus hijos. «Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que habéis recibido un espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!» Romanos 8:15, Gálatas 4:5, Efesios 1:5, 13.
Muchos más argumentos se pueden deducir para substanciar estos puntos, mas como los sujetos principales de nuestra investigación yacen aún al frente nuestro, llegamos a considerar,
II. Por qué los seguidores de Cristo deben ser llamados cristianos, y nada más.
1. Porque el nombre tiene significancia, la interpretación siendo ungidos: pues la palabra Cristo significa ungido. Isaías 61:1, «porque me ha ungido el SEÑOR» (y siguiente); Salmo 105:15, «No toquéis a mis ungidos», en otras palabras, mi pueblo ungido.
2. Porque las escrituras favorecen ese como el nombre más apropiado para la iglesia. Fue dado por autoridad divina, como ya se ha mostrado, y ¿quién existe que dispute la razón y verdadera naturaleza de ello? Pablo casi persuadió a Agripa, como él mismo reconoció, a ser cristiano. Hechos 26:28. Pablo deseaba que no tan sólo el rey llegara a ser cristiano, sino que todos los que le escuchasen; «Quisiera Dios que, ya fuera en poco tiempo o en mucho, no sólo tú, sino también todos los que hoy me oyen, llegaran a ser tal como yo soy, a excepción de estas cadenas», versículo 29. Pedro llama a los seguidores de Jesús por el mismo nombre, 1 Pedro 4:16. Esto parece ser el nombre al que se le hace alusión en Efesios 3:15, el nombre por el cual la familia entera en el Cielo y en la tierra es llamada.
3. La iglesia de Cristo es un cuerpo, y un nombre es suficiente para el mismo cuerpo. Aquel que cambia su nombre generalmente tiene un diseño. Pablo intencionadamente se oponía a la apelación de cualquier otro nombre para la iglesia. Véase su primera epístola a la iglesia en Corinto, primer capítulo y tercero. Los corintios no estaban satisfechos con ser llamados cristianos solamente, sino que algunos deseaban ser llamados paulitas, en honor a Pablo; algunos apolitas, en honor a Apolo; y algunos cefitas, en honor a Cefas. De igual manera algunos son lo suficientemente vanos como para profesarse calvinistas, en honor a Calvino; luteranos, en honor a Lutero—arminianos, en honor a Arminio (etcetera). Esto es inapropiado, a no ser que su religión sea humana y no divina—surgiendo de hombres y no de Dios. Si Pablo hubiese fomentado tal espíritu entre los corintios, y otros donde predicaba, puede que hubiesen tenido tantos partidos entre sí como ministros; y aquel que fuese el más grande hubiese triunfado por encima de los demás, tal como muchos intentan hacer ahora. Pero su noble alma, aborreciendo la idea, se esforzaba por cortar esta mala y venenosa hierba en el brote, diciéndoles que eran carnales y urgiendo estas preguntas punzantes: ¿Está Cristo dividido? ¿Acaso fue Pablo crucificado por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? ¿Qué es, pues, Pablo, y qué es Apolos sino tan sólo servidores mediante los cuales vosotros habéis creído?
4. Porque nombres antibíblicos son cosas espurias, siendo destituidas de autoridad divina y no solo eso, sino que son divergentes, tendiendo a desunir el cuerpo de Cristo, dispersar sus sagrados miembros, y causarles a morder, devorar, y ser consumidos el uno por el otro.
5. Porque Cristo y su iglesia muchas veces en las Escrituras son designados bajo la entrañable relación de marido y mujer. Y hay un verdadero decoro en que una mujer se haga llamar por el nombre de su esposo, siendo que ya no son dos, sino una sola carne. Génesis 2:24, Marcos 10:9, (y siguiente). El Señor le dice a la iglesia, «yo soy vuestro esposo». Jeremías 3:14. Se queja de que ella es una esposa traicionera. v. 20. «Entonces dirá: «Iré y volveré a mi primer marido, porque mejor me iba entonces que ahora.»» Oseas 2:7. «Sucederá en aquel día–declara el SEÑOR– que me llamarás Ishí», en otras palabras, mi marido. v. 16. «Te desposaré conmigo para siempre; sí, te desposaré conmigo en justicia y en derecho» v. 19 «te desposaré conmigo en fidelidad» v. 20 «también a vosotros se os hizo morir a la ley por medio del cuerpo de Cristo, para que seáis unidos a otro, a aquel que resucitó de entre los muertos» (etcetera) Romanos 7:4 «pues os desposé a un esposo» 2 Corintios 11:2. Véase también Salmo 60:5, Cantar de Cantares 4:12, Efesios 1:23 y 5:23, Apocalipsis 21:9 (y siguiente) y 22:17. ¿No sería cuestión de celos si una mujer se rehusase a llamarse por el nombre de su esposo, y si desease ser conocida por otro nombre, especialmente si la persona que prefiere fuese una persona desconfiable? ¿Qué pensaría cualquier hombre de su mujer si en palabra reconocía su matrimonio legítimo a él, pero se llamase por el nombre de alguno de sus siervos domésticos? ¿O si llevase el nombre de su siervo en la frente, es decir, en público, por el cual es conocida; y el nombre de su esposo en la mano, es decir, en privado? ¿No supondría que ella ha perdido su cordura? ¿O concluiría que ella ama más al siervo que a él? Sin duda se consideraría robado de su debido honor como su cabeza y esposo. Ahora Dios dice que es un Dios celoso y su gloria no se la dará a otro. Éxodo 20:5, Isaías 48:11, Zacarías 8:2. Que los que profesan religión, que eligen ser llamados por tantos nombres que la boca del Señor no ha nombrado, quienes se glorían en esos nombres, que ellos hagan la aplicación; es fácil y natural; la similitud os responde como cara responde a cara en un espejo.
La iglesia de Cristo está construida de piedras vivas, una casa espiritual. 1 Pedro 2:4-5. Sabiendo que una casa dividida contra sí misma no permanecerá, y para cortar todo pretexto para división, derribó la pared intermedia de separación y dirimió en su carne las enemistades, para edificar en sí mismo los dos (judíos y gentiles) en un nuevo hombre, una iglesia santa y unida. Justamente el Señor ha hecho diferencia entre los justos y los malvados. Éxodo 11:7, Malaquías 3:18. Pero entre los justos se nos dice más de tres veces que no hay diferencia. Hechos 10:34-35. «por verdad hallo que Dios no hace acepción de personas» (y siguiente) y 15:8-9, Romanos 3:22 y 10:12. «Esto empero, hermanos, he pasado por ejemplo en mí y en Apolos por amor de vosotros; para que en nosotros aprendáis á no saber más de lo que está escrito, hinchándoos por causa de otro el uno contra el otro» 1 Corintios 4:6-7. En capítulo 11:3 les hace saber que la cabeza de cada hombre es Cristo, así como la cabeza de la mujer es el hombre; y la cabeza de Cristo es Dios. En capítulo 12:12 nos haría recordar que aunque existen diferentes dones, todo es para el perfeccionamiento del mismo cuerpo. Pues somos todos bautizados en un cuerpo, v. 13 «ora Judíos ó Griegos, ora siervos ó libres; y todos hemos bebido de un mismo Espíritu». A los gálatas les dice, «no hay Judío, ni Griego; no hay siervo, ni libre; no hay varón, ni hembra: porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» capítulo 2:28. Véase también Efesios 2:18-22 y 4:1-6, Colosenses 3:11-15. Justo antes de que nuestro Señor dejase el mundo, oró fervientemente al Padre que ellos, la iglesia, fueren uno, «como también nosotros». Juan 17:11, 21-23. Vio plenamente que nada menos que la unidad de su pueblo detendría las bocas de antagonistas y aplastaría la infidelidad. Supo que en vano sería persuadir, imposible convencer al mundo a creer que él fue enviado del Padre siempre que sus seguidores se salieran del camino.
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La versión de la Biblia usada en este artículo es la versión Reina-Valera 1908.