La sagrada importancia del nombre cristiano, parte 6

Foto por Jason Morrison http://www.sxc.hu/profile/creationc
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Un artículo escrito por Rice Haggard. Este artículo ha sido modificado de su formato original, para poder encajar mejor con un formato de blog. Originalmente fue publicado como un libreto de 31 páginas, entre los años 1804 y 1806. La fecha exacta es desconocida. Su título original fue «Un discurso a las varias sociedades religiosas sobre la sagrada importancia del nombre cristiano»

 

 

 

Pero se presentan objeciones contra la unión general de cristianos bajo un nombre. Responderé a algunos de ellos.

1. Se objeta que se acabarían las controversias y que, todos siendo iguales, caerían a un estado torpe y descuidado, viendo que no tendrían nada para agitarlos a examinarse, si estuviesen en lo correcto o no.

Respuesta. Déjeme preguntar, ¿qué bien nos ha hecho la controversia? ¿Dónde se puede encontrar a la persona que por controversia fue convencido de su estado perdido y se vio obligado a clamar, «Qué haré para ‘ser salvo’?» ¿O quién encontró paz con Dios con este ejercicio? ¿Dónde está el cristiano cuyo amor por Dios y hombre se expandió mientras acaloradamente contendía por establecer las opiniones distintivas de su propio partido, a costo de todo otro? No se puede encontrar. A lo contrario, ¿cuánta travesura hemos visto causada por ello? ¿Cuántos gloriosos avivamientos de religión han sido apagados por ello, como un fuego al que se le han echado muchas aguas? ¿No ha huido la paloma divina ante la ira del intolerante? No, ¿no ha sido el mundo empapado con sangre a consecuencia de ello? Que la historia de la iglesia responda por la verdad de lo que digo. La partidocracia ha sido la destrucción de multitudes de la raza humano, aún sin el uso de fuego y espada. A la parte negligente de la humanidad, cada partido parece ser una religión diferente de las demás; y se apropia del honor de estar en lo correcto, por supuesto condenando cualquier otro de estar mal. La conclusión natural, por lo tanto, por aquellos que no tienen habilidad ni interés en críticas teológicas es que hay tantas religiones (pues las denominan religiones diferentes) que no puede diferenciar cual es la correcta. Y como solo hay un Dios y una religión, si es que hay alguna, concluyen que están todas mal. Y así comienzan infieles, concluyendo que cada partido es un engaño, la Biblia es clericalismo, y sus defensores un grupo de hombres maquinadores. Sobre esta base, por lo tanto, rechazan toda religión y desenfrenan toda lujuria.

2. Se objeta que Dios ha permitido división en el curso de su providencia y, por lo tanto, debe ser para bien.

Respuesta. Si por permiso quiere decir que Dios lo ha permitido, no tan sólo es para bien, sino que es lo bueno. Pues Dios, que es infinitamente perfecto, no puede permitir más que lo que es bueno. Suponer otra cosa es destruir la naturaleza divina. Pero si por permiso quiere decir que no ha puesto obstáculos físicos en su camino—ha hecho que dejen de ser criaturas racionales—agentes morales o libres—esto es, que no ha anulado las leyes de la creación, o tachado el mundo de su existencia, a fin de prevenir divisiones y controversias entre los hombres . . . si esto es lo que usted quiere decir, concedo que Dios ha permitido división, controversia, asesinato, embriaguez, inmundicia, y toda otra clase de pecados que han existido o existirán. Pero es muy extraño que sea aplicado a Dios en este sentido cuando su palabra, lejos de decir que lo permite, expresamente prohíbe todo pecado. Pues, como ya lo he demostrado, ha prohibido división, y consecuentemente la disensión y contienda que surgen de él.

3. Si los cristianos estuviesen así unidos, habrían tantos atendiendo el mismo lugar de adoración que no encontraríamos casas suficientes para contenerlos. Se encontrarían incomodados por necesidad de albergue, sombra, asientos, etcétera. Y los predicadores sufrirían gran daño por hablar tan fuerte como para hacer escuchar la multitud.

Respuesta. Esta objeción tiene el honor de venir por manos muy influénciales, y verdaderamente creo que es el argumento más fuerte presentado en contra de una Unión general. Pero está tan lejos de ser un mal, que estoy persuadido que todo cristiano se regocijaría al verlo.

4. Nos es mandado «contender eficazmente por fe que ha sido una vez dada a los santos».

Respuesta. «La sabiduría es justificada de todos sus hijos». Debemos contender eficazmente, no imprudentemente, por las verdades esenciales de la Biblia. ¿Y quién se opondrá a ellas? No cristianos seguramente, sino que ateos, deístas, paganos y la multitud licenciosa; quienes no son de la iglesia, sino del mundo. Pero ¿hemos de tomar la libertad de caer por el camino y que hermano golpee a hermano, cuando ambos están de acuerdo en lo que es esencial para su salvación? ¡Dios no lo permita!

5. No estamos de acuerdo sobre principios internos. ¿Cómo hemos de caminar lado a lado?

Respuesta. Les pregunto si esto es verdad con respecto a cualquiera de dos cristianos en el mundo—estamos todos de acuerdo que el hombre es criatura caída—que la fe, el arrepentimiento y una vida santa son necesarias para la salvación. ¿Y quién puede, o pasará condenación sobre aquellos que lo creen? No será Jesucristo; pues ellos son miembros de su cuerpo, ni será un hombre recto, pues ellos son el deleite de su corazón. También estamos de acuerdo que la verdadera religión es una, que la experiencia de cada cristiano es substancialmente la misma, que ninguno puede llegar al cielo sin ser cristiano, y que ninguno que vive y muere cristiano se perderá del cielo, etcétera.

¿Sobre qué, entonces, pelearemos? Pues, dice uno, tal persona es arminiano, y niega la predestinación absoluta, sostiene que un cristiano puede caer de la gracia, que cree en el libre albedrío. O que es un calvinista, un «predestinista» rígido, no, un fatalista, creo. O que es bautista, etcétera, etcétera y no puedo tener comunión con él. Esa excusa no vale la pena mencionar, pues es notoriamente conocido que personas con estas descripciones están esparcidas por varias denominaciones, y están en comunión con ellos aún con sus creencias. Y siendo verdaderos cristianos, hace poca o ninguna diferencia, siempre que son llamados por el mismo nombre.

Creo que cada objeción que puede ser presentada contra la unión general de cristianos surge de incredulidad, orgullo, prejuicio, un espíritu partidario, etcétera; y el espíritu de Jesús viviendo en sus miembros destruirá toda cosa negativa. Que los cristianos poseen más de este espíritu bendito, y sin duda pronto formarán una unión el uno con el otro.

La conclusión de la cuestión entera es que las varias denominaciones renunciarán sus varias distinciones y serán consolidadas en un solo cuerpo. ¿Y por qué no? Como sus varios nombres no son más que cosas nuevas e ilegítimas, para lo cual no hay uso en la iglesia de Cristo. Digo nuevas porque no están contenidas en el Nuevo Testamento, e ilegítimas porque no tienen origen divino. Y no conozco a ninguno que proclama origen por ellos, a excepción de los bautistas. Ellos dicen venir de Juan, el heraldo de Cristo—a él le llamaban Bautista, lo cual realmente era aplicable a él como oficial, porque expresaba su oficio. ¿Pero por qué llamamos bautista a cada lego o vieja, que nunca ha bautizado a nadie en su vida, ni lo hará?

Hermanos, estamos justo a la puerta de una providencia llena de gracia, y nos han invitado a pasar. Ahora podemos constituir una iglesia sobre la verdadera base, libre de los principios conflictivos de la partidocracia, lugar único donde podemos esperar ver sus principios puros, benévolos y divinos exaltados para la felicidad de toda persona. ¡Ruego a Dios que esas distinciones que por tanto tiempo han abundado y molestado a la iglesia cristiana se desapareciesen, y nunca regresasen! ¡Y que esa unión y comunión de iglesia fuese establecido sobre los principios simples y originales del evangelio!

Si tan sólo los amigos de Jesucristo pudiesen ser persuadidos de la importancia y utilidad de este deber, y se parasen bajo su bandera, pronto los veríamos abandonar su cencerreo vano y lucha de palabras sin beneficio más que la perversión del alma, y unidos en el enlace de fe y amor. ¡Que felices seríamos entonces! ¡Entonces vuestro rey, o Sion, reinaría entre vosotros!

El promover este gran fin y traer a cabo este evento deseable debe ser el deber de cada persona religiosa—ahora el Señor nos ha puesto una gran oportunidad y con gracia nos invita a abrazarlo.

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Para más información sobre Rice Haggard, visiten nuestra página BIOGRAFÍAS.

La versión de la Biblia usada en este artículo es la versión Reina-Valera 1908.

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