La sagrada importancia del nombre cristiano, parte 7

Sacredimport 7Un artículo escrito por Rice Haggard. Este artículo ha sido modificado de su formato original, para poder encajar mejor con un formato de blog. Originalmente fue publicado como un libreto de 31 páginas, entre los años 1804 y 1806. La fecha exacta es desconocida. Su título original fue «Un discurso a las varias sociedades religiosas sobre la sagrada importancia del nombre cristiano».

 

Es muy lamentable que los reformadores entusiastas, al reventar las cuerdas de tiranía papal, terminaron alejándose del plan de las escrituras. ¡Ay! En vez de seguir la reglas plenas de su Maestro divino, como fueron dadas por el Espíritu Santo, formularon reglas suyas como medio de preservar la unión. Pero los efectos fueron fatales. Han amamantado al demonio de intolerancia que, al ser ayudado por poder civil, ha llevado a mártires a la hoguera. Es una verdad autoevidente para el cristiano que nada es un pecado sino lo que prohíben las escrituras, y nada es un deber sino lo que ellas mandan. Por lo tanto, si han tratado tan extensivamente el pecado y el deber, nada más es necesario. Y el suponer que no lo han hecho es el reflejar deshonra sobre ellas, y por medio de ellas, sobre su autor, que es Dios. Podemos estar seguros que Cristo nunca destinó otro resumen, como estándar de fe y práctica para su iglesia, sino el evangelio mismo. Y si las intrigas de hombres ladinos pueden ser puestas de lado, podemos, sobre los bellos principios del evangelio y simplemente como cristianos, formar una unión cuyo orden es divino, fundada sobre caridad universal. Que el cielo bendiga la mano que ayude en la consumación de un plan tan esencial a la felicidad humana, como el unir a los preciosos y regresar a los hijos de Dios a la cristiandad primitiva. ¿Qué es una iglesia cristiana sino una sociedad voluntaria, estipulándose a andar por las reglas del evangelio? Y a cada sociedad, al ser impedido por un resumen de fe y práctica meramente humano, buscando las escrituras para conocer su deber, se encuentra en gran manera reducido a inutilidad. Composiciones humanas impuestas sobre miles no sólo subvalora las escrituras, sino que atacan el juicio de cada hombre que se une a la minoría: y a efecto práctico, busca aniquilar juicio privado completamente. Ciertamente son destructivos de una unión fundada sobre la verdad: porque impregnan las aguas puras del santuario con las presunciones impuras de los hombres. Algunos, en efecto, dicen que las escrituras no están bien entendidas y por lo tanto se necesitan de reglas y credos. Pero es muy fácil ver que están expresadas con toda la claridad que Dios decidió revelarlas. Y podemos estar seguros que esto es suficiente. Cualquier otra ayuda, por lo tanto, para hacerlos más claros y de erigir eso como un estándar de ortodoxia y un término de comunión cristiana en cualquier sociedad, es el involucrar a la iglesia en error.

Nuestros padres erraron, o si no, ¿por qué una reformación? Sus descendientes errarán; ni veremos a la cristiandad en su belleza nativa hasta que aparece en las ropas blancas del Evangelio solamente, despojada de todas los trapos inmundos de invención humana.

Se pretende que los estándares humanos ayudan a mantener a hombres malvados fuera de la iglesia, pero es más seguro de lo que ya se ha dicho, que ayudan a mantener fuera a los buenos, cuando están fuera, y de sacarlos, cuando están dentro. Aquel que tiene suficiente maldad para desear un lugar en la iglesia para gratificar su lujuria por honor, poder o riquezas, será lo suficientemente bajo como para doblegarse a los tiempos y de vestirse de acuerdo a los sentimientos del día. ¿Quién, entonces, probablemente será el que sufra expulsión y sentirá la mano de acero rígida de tiranía eclesiástica? Hombres de virtud obstinada, de principios y de consciencia—hombres de integridad rígida y fuerte que no pueden ser doblados ni torcidos a cumplir con los sistemas que están de moda—que no prefieren las dictaduras de mortales falibles por encima de la palabra infalible de Dios.

Es fácil ver que cada regla promulgada por hombre como regla de fe es, por su misma naturaleza inválida, o si no, las reglas de Cristo quedan inválidas.

Algunos han instado que una iglesia tiene derecho a prescribir para sí misma términos de comunión, siempre que estén de acuerdo con la palabra de Dios. Esto sería verdad si los términos no estuviesen ya prescritos ahí, y ningún hombre ni combinación de hombres tiene autoridad derivada de las escrituras de cambiarlos. Los preceptos, por lo tanto, y la práctica de Cristo y sus Apóstoles, grabados en el Nuevo Testamento, han sido, son, y por siempre serán los únicos términos apropiados para comunión en la iglesia. Y éstos son tan claros que ningún hombre honesto termina confundiéndolos. Pero suponiendo que fuesen otorgados, que la iglesia tuviese este derecho, ¿quién será el juez? ¿Cómo estará seguro cada miembro que esto y aquello debe ser un término? ¿O que estas cosas deben ser términos y otras no? ¿O será aniquilado el juicio privado? La diferencia de opiniones entre aquellos que han prescrito sus términos diferentes y opuestos comprueba que la infalibilidad no está con nosotros. ¡La verdad, como el Eterno, es una! ¿Dónde la encontraremos? El que desea hallar la verdad pura y sin mezcla debe buscarla en las Escrituras solamente.

Hermanos, estamos esperando tiempos más felices que cualquiera que ha visto la iglesia hasta ahora; cuando ella «suba del desierto, recostada sobre su amado», cuando se mostrará «como el alba, hermosa como la luna, enclarecida como el sol, imponente como ejércitos en orden». Hay, tal vez, pocos que profesan ser cristianos en el mundo que no buscan y anhelan estos días gloriosos, cuando «Jehová será uno, y uno su nombre», cuando la iglesia será una. Pero es lamentable que cada partido confiado en que ellos están bien y los demás mal está esperando tragárselos. No encontrarás ninguna denominación que no posee esta vanidad, más o menos. Y por eso están luchando y por mucho tiempo han luchado por llevar a cabo ese evento. Pero no ha logrado mantener su posición, y entre más fuerte la lucha, menos el éxito. Y esto es lo que principalmente se ha hecho hasta ahora para promover una unión general. Pero ha sido intentado en vano por tanto tiempo que es suficiente, creo, para convencer cada mente discernida y honesta que cada partido ha luchado por los principios incorrectos.

Tomen la regla del profeta y midan el fundamento sobre el cual cada partido ha sido construido, y encontrarán que es más angosto que la roca de la eternidad y no suficiente para llevar el cuerpo entero de Cristo. Pero midan el fundamento del plan cristiano y lo hallarán tan amplio como la roca que ha puesto Dios en Sion, capaz de sostener a cada cristiano en el mundo a la vez. ¡Que placentera la anticipación, pero qué tanto más encantador será disfrutar de ese tiempo cuando las denominaciones diferentes, que por mucho tiempo han reñido, se tomarán de las manos en paz eterna! Entonces el mundo entero doblará su rodilla y cada lengua confesará que Jesús es el Señor, a gloria de Dios el Padre—entonces, y no hasta entonces, se detendrán los transgresores audaces y la iniquidad, avergonzada, tapará su boca—entonces, cuando Sion viaja, traerá sus hijos—la tierra traerá al instante, y una nación nacerá en un día. Pues todos conocerán al Señor, desde el menor hasta el mayor; y la tierra será llenada de su gloria.

¿No están orando todos ustedes, hermanos, «Señor, apresura la llegada de ese día»? El día ya ha comenzado a amanecer entre algunos. Que un espíritu de unión y amor (que es el fruto del espíritu de Dios) prevalezca entre ustedes y encontrarán que este es el día en el mundo mortal—entre más cultiven este espíritu, más los bendecirá el Señor hasta que será su «paz como un río, y [su] justicia como las ondas de la mar». «No alzará espada gente contra gente, ni se ensayarán más para la guerra».

NOTAS:

  1. Escuchamos, en efecto, algunos de los escritores controversiales pedir perdón por la manera en la cual hacen uso de estos nombres, que eso es sólo para prevenir circunloquio. Pero es fácil ver que frecuentemente se usan como términos de reproche. Así que para los arminianos el nombre de los calvinistas, y de los calvinistas el nombre arminiano, es un nombre de reproche. Y para los que se apegan a la partidocracia, estos términos, siempre que existan, serán estimados suficiente evidencia de error.
  2. Queda suficientemente comprobado por expositores protestantes que la Madre de Rameras, de la que habla Juan en Apocalipsis, es la iglesia romana. Ahora, si una mujer en el estado de ser casada se hace ramera, es por apartarse de la ley de su marido y por seguir sus propias inclinaciones carnales—si llega a ser madre, es por tener hijos—y si tiene hijos, deben ser personas distintas—si llegan a ser rameras, es por seguir el ejemplo de su madre, tomando parte en su espíritu y por beber del vino de su fornicación. Pregunta. Si la iglesia de Roma fuere madre de rameras, ¿quiénes son sus hijas?

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La versión de la Biblia usada en este artículo es la versión Reina-Valera 1908.

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