#3 Doble maldición, doble cura

Doble maldición doble curaUn artículo escrito por el Dr. Jack Cottrell.  Para leer el original, viste su BLOG.

 

La palabra “gracia” en español puede ser usada de tres maneras.  Primero, puede referirse a la causa de la salvación: representa el aspecto de la naturaleza de Dios que le causa amar a pecadores y buscar la salvación de ellos, aunque no lo merezcan.  Segundo, “gracia” puede referirse a la manera en que opera la salvación: somos salvos por el sistema de gracia (por la puerta de la gracia), en contraste con el impotente sistema de ley (por la puerta de la ley).,

La tercera forma en la que usamos la palabra “gracia” es esta: se refiere al contenido de la salvación, la cual recibimos como un regalo en el momento en que hacemos la transición de perdido a salvo.  En este sentido la gracia es como un paquete que recibimos en la conversión.  ¿Qué está en este paquete?  Un himno antiguo (“Roca de la eternidad”) en inglés incluye la oración, “Del pecado doble cura: sálvame de su culpabilidad y poder”. (Otra versión dice, “Salvo de la ira y hazme puro”.)  Esta “doble cura” es el contenido de la gracia.

Si la gracia es una doble cura, entonces el pecado debe infligir sobre nosotros un “doble problema” o una “doble maldición”.  Dos de las peores maldiciones en la vida son deuda severa y enfermedad seria, las cuales muchas veces caen juntas sobre alguien por resultado de una enfermedad catastrófica.  Esto le ha sucedido a cada hombre y mujer en un sentido espiritual como resultado del pecado.  Cada pecador está bajo una doble maldición.  ¿Cómo explicamos esto?

Primero, el pecado nos hace culpables.  Cuando quebrantamos la ley de Dios, terminamos siendo pecadores culpables.  Esta culpabilidad nos deja endeudados a Dios: le DEBEMOS la deuda de castigo eterno en el infierno (Mateo 6:12: “Perdona nuestras deudas”).  Este es el problema más serio del pecador.  Es como un esclavo debiéndole millones de dólares a su señor—una suma inimaginable e imposible de pagar (véase Mateo 18:23-35).

Segundo, el pecado le da al pecador una naturaleza pecaminosa.  Es como tener una enfermedad fatal del cuerpo, solo que, en este caso, la enfermedad del pecado afecta el alma (i.e. el espíritu, corazón u hombre interior).  El pecado no solo es un acto; es una condición, un estado de pecado o corrupción o depravación (parcial, no total).  Como dice Jeremías 17:9, “Más engañoso que todo, es el corazón, y sin remedio”.  Hasta es llamado un estado de muerte espiritual (Efesios 2:1, 5; Colosenses 2:13).

Si quisiera escribir sobre esta “doble maldición” para una revista chismosa nacional (como The National Enquirer), le daría este título pegadizo para la portada: “Predicador confiesa: ¡Estoy en problemas con la ley, y tengo una enfermedad terrible!”

Pero aquí no termina la historia.  Es tiempo de dar “el resto de la historia”, como decía el locutor cristiano, Paul Harvey.  ¡El único propósito de la gracia de Dios es de contrarrestar esta doble maldición con una DOBLE CURA!  La “sublime gracia” resuelve ambos aspectos de la maldición del pecado.

Primero, para resolver el problema de la culpabilidad y el castigo, Dios nos da perdón de pecados, o lo que la Biblia llama justificación.  Somos “justificados gratuitamente por Su gracia” (Romanos 3:24).  Dios es “el que justifica al que tiene fe en Jesús” (Romanos 3:26).  Esto significa que nuestras “iniquidades han sido perdonadas” y nuestros “pecados han sido cubiertos” (Romanos 4:7).  Significa que Dios no nos tiene en contra nuestros pecados (Romanos 4:8); no requiere que le paguemos la deuda que le debemos, i.e. la eternidad en el infierno.

La razón por la que el Dios justo puede hacer esto es que él mismo—en la tercera persona de la Trinidad, Dios el Hijo—¡llegó a ser un ser humano y pagó la deuda por nosotros!  Tomó sobre sí mismo nuestra pena de la ira eterna de Dios cuando murió por nosotros en la cruz.  Por lo tanto, somos “justificados por Su sangre” (Romanos 5:9).

La justificación, por lo tanto, significa que en el momento de nuestra conversión (i.e. nuestro bautismo), la actitud de Dios hacia nosotros instantáneamente cambia de la ira a la gracia (ya nos amaba, por supuesto).  Ya no nos ve como pecadores culpables en camino al infierno, sino como sus hijos perdonados.  La “justificación” literalmente es un término legal.  Significa que Dios en su rol como Juez nos ve como acusados, y dirige esta declaración legal hacia nosotros: “No hay penalidad para ti” (Véase Romanos 8:1).  Y sigue susurrando esto en nuestros oídos espirituales mientras nos aferremos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador.  Nuestra deuda de castigo ya no existe, porque Jesús lo pagó por nosotros.

Pero esa solo es la primera parte de la doble cura.  En segundo lugar, la gracia de Dios resuelve el problema de nuestra enfermedad espiritual y nos restaura a una sanidad espiritual.  Aquí Dios está obrando con nosotros en su rol de Sanador o Doctor; de hecho, está haciendo una “cirugía a corazón abierto” a nuestras almas.  Nos está dando un trasplante de corazón espiritual: “Además, les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes; quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne” (Ezequiel 36:26).

A esta cirugía directa sobre el corazón normalmente se le llama regeneración (véase Tito 3:5), pero es lo mismo que ser “nacido de nuevo” (Juan 3:3, 5), y ser resucitado de la muerte espiritual a nueva vida espiritual (Efesios 2:5-6; Colosenses 2:12-13).  También es una “nueva creación” (2 Corintios 5:17).  Es el equivalente espiritual de lo que doctores en las películas antiguas del viejo oeste querían decir cuando decían que “la fiebre rompió”.

Este momento de regeneración es causado por el poder renovador del regalo de la morada interna del Espíritu Santo (Ezequiel 36:27; Hechos 2:38; Tito 3:5; Juan 3:5).  Este evento instantáneo es solo el comienzo del proceso de sanidad que tarda toda la vida a la que llamamos la santificación, la cual tiene poder gracias a la morada interna del Espíritu Santo (Romanos 8:13; Efesios 3:16; 1 Tesalonicenses 5:23).  El éxito de este proceso depende de nuestra sumisión continua al Espíritu, y nuestra cooperación con Él (Filipenses 2.12-13).

Así que, ¿quiénes somos ahora, o cuál es nuestra situación—ahora que hemos recibido la doble cura de gracia?  ¿De qué se trata nuestra vida cristiana?  Dos cosas: NO estamos en el proceso de tratar de pagar nuestra deuda a Dios, ni que intentar “compensar” a Dios, ni de tratar de trabajar para pagar por las consecuencias de nuestros pecados en alguna manera.  ¡La justificación significa que Jesús lo pagó todo!  ¡” Todo debo a Él”!  Seguimos confiando en esta promesa.  Además, estamos en el proceso de vivir con tal de facilitar esta sanación.

¿Qué nos sucede cuando morimos y vemos a Dios, cara a cara?  Sin duda aún tendremos un residuo de pecado en nuestras vidas; aún no seremos perfectamente sanados.  ¡Pero esto no nos descalifica del cielo!  Esto es cuando Dios nos hará completamente sanos en nuestros espíritus; este es el momento en el que nuestros espíritus serán “perfeccionados” (Hebreos 12:23).  El punto principal, sin embargo, es este: cuando morimos y conocemos a Dios en la manera más importante, ¡seguiremos siendo así como somos ahora!  ¡Conoceremos a Dios 100% libres de deuda!  ¡No habrá nada que pagar—ninguna pena para nosotros—JAMÁS!  Esta es el bendito aseguramiento que la gracia nos da.

Parte 2: Salvado por gracia, no por ley.

Parte 4:  Salvados por gracia por medio de Jesucristo

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